jueves, 27 de octubre de 2011

LLEGAN LOS "CHICOS MALOS"


20 mil asistentes al Parque Simón Bolívar se deleitaran con los "Chicos malos de Bostón".

Movimiento Musical

ESPECTACULOS. Ya sólo queda una sola semana para que vuelvan los llamados "Chicos Malos de Boston", Aerosmith, a los escenarios colombianos para deleitar a cerca de 20 mil asistentes que se reunirán en el Parque Simón Bolívar el próximo 3 de noviembre.

El espectáculo contará únicamente con dos localidades, con un montaje mucho más grande e impactante que el presentado por esta banda el pasado 20 de mayo de 2010 en el mismo lugar, con un escenario de 24mts x 24mts, el más grande que han tenido los conciertos en Colombia, con 80 juegos de luces robóticas programables, ocho containers de 30 toneladas de carga cada uno.

Dentro de las exigencias de Aerosmith se encuentran: 16 camerinos de los cuales 10 deben ser decorados con mobiliarios de lujo, 20 personas de seguridad solo para los integrantes de la banda, las cuales deben estar disponible durante las 24 horas. Ocho camionetas de lujo blindadas y polarizadas.

Además, todos los integrantes de la banda de rock norteamericana se quedarán en el país una semana más, pues llegarán acompañados por sus familias con el único objetivo de conocer varios sitios turísticos.

Por Infiel

Bajo la dirección de José Javier Ferrer, conocido por sus anteriores trabajos como "Que tengo que hacer" de Daddy Yankee, "Sexo sudor y calor" de J. Álvarez y Ñejo y Dalmata, "Amigas celosas" de Pipe Calderón y Guelo Star, entre otros, fue el encargado de dirigir "Infiel", la nueva canción de Daniel Calderón y los Gigantes del Vallenato.

Este video fue rodado en Medellín, con una idea creada por el propio Daniel Calderón, con un video donde se muestra diferentes situaciones en las cuales se ve reflejada la infidelidad y la desilusión de quienes han sido tocados por el engaño.

La discoteca "Alma" y el restaurante "La Tasca" fueron las locaciones para la grabación de "Infiel", y aunque la letra habla de desamor, en el vídeo se pueden apreciar imágenes llenas de movimiento y color.

Más de los gigantes

Además, Daniel Calderón junto a los Gigantes del Vallenato, acaban de realizar una serie de conciertos por España, donde lograron el aplauso de los asistentes en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y Zaragoza, entre otros.

Allí disfrutaron de canciones como "La Señal", "Duele", "Que le diré al corazón" y "Aventura", entre otros éxitos de este joven artista.

Pero no solo España ha disfrutado de su música, a lo largo del 2011 países como Estados Unidos, Ecuador y Perú se suman a la lista de giras exitosas hechas por la agrupación.

Éxito Tour

Luego del éxito obtenido con sus dos primeras presentaciones, continuará el Fonseca Tour Éxito que llegará a más de 15 ciudades del país.

La idea del artista colombiano es lograr hacer esta gira en tan sólo dos semanas, presentando lo mejor de sus canciones de sus cuatro álbumes, en especial "Ilusión", su nuevo trabajo discográfico.

Para ello, cuenta con una caravana de 12 camiones, dos buses y más de 70 personas en el equipo de producción del espectáculo, que espera contar con más de 2.500 asistentes por show, que luego de Antioquia el turno es para Bogotá en varios puntos de Almacenes Éxito.

Villavicencio, Ibagué, Popayán, Cali, Pereira, Manizales, Tunja, Bucaramanga, Santa Marta, Barranquilla, Montería y Cartagena, serán las próximas ciudades que Fonseca llegará con su música.

viernes, 7 de octubre de 2011

Por primera vez, Carlos Duplat cuenta cómo lo torturaron

Por primera vez, Carlos Duplat cuenta cómo lo torturaron

El actor y guionista Carlos Duplat fue torturado casi hasta la locura. Desnudado, colgado, golpeado en los testículos. Después de 32 años de este episodio, representa a Álvaro Botero en la novela ‘Tres Milagros’, un empresario de clase alta que en el primer capítulo secuestran y encadenan en una casa desocupada del barrio Chapinero. Duplat escribió el guión, lo readaptó junto a su esposa Luz Mariela Santofimio, de una historia que conocen hace 20 años y tiene el mismo signo trágico de ‘Los Victorinos’. Pero no imaginó que sería escogido para actuar una escena que sufrió en carne propia.

–Tenía que desaparecer, esa era la orden, y ya estaba todo listo, me esperaban en el Orinoco. Un día antes de salir de Bogotá, vi en la prensa las capturas de dos personas, nombres y apellidos que no me decían nada, y salí desprevenido para una cita con una mujer que me esperaba. Pero no estaba ella, estaban unos uniformados que me cayeron y me cogieron. Era ella a quien registró la prensa el día anterior, y yo no podía saberlo, porque sólo conocía su seudónimo–. Carlos Duplat habla en su casa en los cerros orientales de Bogotá. Recuerda con lucidez y sigilo.

El 1 de enero de 1979 la orden del comando central del M-19 era perderse. Esa madrugada, varios guerrilleros habían terminado de desocupar el depósito de armas del Ejército, ubicado en el Cantón Norte de Usaquén, en Bogotá. Un galpón que a lo lejos parecía una gran ballena azul, y ese fue el nombre que recibió internamente la operación más osada que ha hecho una guerrilla en el país. Se alquiló una casa que estaba a 80 metros del objetivo, y en octubre de 1978 se empezó a construir un túnel en la cocina. Con ayuda de personas que habían trabajado en los túneles de Anchicaya, en el Valle, se marcó el rumbo. La tierra salía en una camioneta que ajustaron para soportar los tres cargamentos que sacaban al día. Luego se repartía por toda la ciudad. El clima era de zozobra, todos hablaban del Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay.

Una vez, se varó la camioneta y fueron los mismos soldados del Cantón quienes ayudaron a empujar el automóvil, otro día sintieron que se morían de asfixia en el socavón. El 31 de diciembre llegaron al depósito. En la casa había una gran fiesta de año nuevo que sirvió de fachada para sacar cerca de 7.000 armas. Al medio día del martes 2 de enero la operación ya era un suceso nacional y se conocían los chapulinescos letreros que grafitearon los guerrilleros en el galpón y decían “Síganme los buenos” y “No contaban con mi astucia”.

Carlos Duplat ha tenido múltiples facetas en su vida: militante político, director de teatro y televisión, actor y libretista.

El año de 1979 empezaba con la promesa de parte de la Fuerza Pública de que iban a capturar a cualquier precio a los responsables del hurto. Por eso, la orden para todos los integrantes del Movimiento 19 de abril era el repliegue, volarse de Bogotá antes de que empezaran las feroces batidas, aunque no hayan participado en la operación.

En una de esas detenciones arbitrarias y masivas cayó Carlos Duplat.

–Me montaron en una camioneta, me patearon, me vendaron los ojos, me esposaron las manos y los pies, me tuvieron así durante cuatro días, dándome vueltas, sin dormir. No sabía dónde estaba pero parece que me llevaron hasta Melgar, lo sentía por el calor. Luego, me tuvieron en Facatativá, en las cuevas del Sacramonte –así las llamábamos–, que eran unos depósitos de armas subterráneos. Recuerdo las paredes y el piso ensangrentados, los gritos de otros compañeros capturados. Me ataron los brazos y me los halaron hacía los lados, después me golpearon la cara, el estómago, los testículos, como si fuera un saco de boxeo. Se colgaron de mis piernas hasta que me desgarraron los músculos. Todo en medio de insultos y burlas. Nunca me dejaron desmayar, porque cuando me veían muy extenuado me dejaban descansar. Luego empezaban de nuevo, así por horas. Posteriormente, me llevaron al salto del Tequendama y amenazaron con lanzarme al abismo. No sé cómo sobreviví porque sufro de vértigo. Los brazos los volví a sentir sólo tras varios días. No podía caminar bien y los testículos me duraron inflamados dos semanas. Sólo 18 días después me llevaron oficialmente ante un fiscal y por eso mi testimonio fue publicado en la revista Alternativa–. Duplat recuerda sin querer las torturas a las que fue sometido antes de hablar.

–Sí, confesé. Pero no sabía quién era quién, sólo conocía seudónimos.

El tema aún lo martiriza, –se nota por el gesto apesadumbrado con el que se coge la cabeza cuando rememora–. Hubo compañeros que se solidarizaron con su sufrimiento, hubo otros que en silencio le dijeron traidor.

Zurdo contrariado.

Carlos Duplat nació el 3 de octubre de 1941 en Cúcuta, una ciudad que recuerda ligera, fronteriza y puteril. Su papá, Augusto Duplat, era un respetado empleado público, conservador hasta los tuétanos, y digno hijo de Isidoro Duplat, quien llegó a ser senador por el departamento de Norte de Santander. Don Augusto, como lo llamaban, fue el primero que aprovechó los dotes artísticos que empezaba a mostrar su hijo Carlos. Le pidió que dibujara un retrato de Laureano Gómez, que le hizo llegar al mandatario a su despacho. Su mamá, Virginia Sanjuán, se dedicó a la crianza de 12 hijos. Todos distintos. De los que sobresalieron la bella Leonor, la única miss Colombia que el día de la coronación (en 1963) atinó a decir: “ay juemadre me jodieron”, y Carlos, que nunca aprendió a escribir con la mano derecha. Era zurdo, zurdo contrariado, y eso significaba que en la casa y en el colegio todo el mundo tenía derecho a pegarle por coger el lápiz con la otra mano, la mano siniestra, la mano cagada–como solían decirle–.

El robo de las armas del Cantón Norte por el M-19 durante el gobierno Turbay fue una de las acciones que dio a conocer la organización guerrillera.

–Me daban palo mis primos, tíos, mis papás, mis hermanos, y la profesora cuando se daba cuenta que yo aprovechaba para escribir con la izquierda cuando ella miraba el tablero. Por eso empecé a redactar mis primeras letras en las noches a escondidas–, dice Duplat, para quien esa “maldición” se convirtió en milagro, porque gracias a ese detalle empezó a marcar una distancia con el mundo que conocía, a la vez que se acercaba con irreverencia a otro universo, el del teatro, la política, la arquitectura y la dramaturgia.

Dice que su timidez extrema, su tartamudeo incipiente que lo paralizaba ante los demás, lo llevó al teatro. Desde que estudió becado en el colegio Salesiano, en Mosquera, hizo parte del grupo de artes escénicas y llegó a montar hasta operetas siendo mal cantante, como lo reconoce. Cuando llegó a la Universidad Nacional, también becado, a estudiar arquitectura se vinculó rápidamente a la escuela de teatro con estudiantes que tenían Santiago García, Fausto Cabrera y Mónica Silva. Durante esos años sesenta que corrían se hablaba de teatro, pero del teatro social y político. Pensando en la realidad colombiana se montaban obras del ruso Antón Chéjov y del alemán Bertolt Brecht. Fue en ese tiempo cuando conoció como capellán de la universidad al cura Camilo Torres, quien dictaba sociología y daba discursos libertarios poco ortodoxos. Fue su amigo y su admirador. Luego renunciaría a la arquitectura y se iría a Ibagué a hacer teatro como un idealista. Siempre vivió ‘alcanzado’ con lo que le pagaba por su labor cultural el departamento.

Mayo del 68

Tiempo después volvió a Bogotá. De Ibagué había salido echado, luego de presentar ‘Un hombre llamado Ocampos’, una obra política que había escrito y le había causado problemas. Cuando parecía que la vida lo había desahuciado porque no conseguía trabajo, volvió a la Universidad Nacional. Y fue haciendo teatro como se ganó una beca soñada para estudiar dramaturgia y actuación en París, en la Universidad de Teatro de Las Naciones. El segundo “milagro” que cambió su vida. En Francia, sólo tuvo que esperar un año para vivir Mayo del 68. Las paredes parisenses se llenaron de grafitis que decían “Prohibido prohibir”, “La imaginación al poder”, “Seamos realistas, pidamos aquello imposible”.

–Era increíble, toda la gente se lanzó a la calle. Allí vi al filósofo Jean Paul Sartre repartiendo su periódico La causa del pueblo; en las marchas escuché los gritos del anarquista Daniel Cohn–Bendit y del cineasta Jean Luc Godard. Fueron tres años agitados, artísticos y políticos–, indica Carlos con ímpetu, como si tuviera 50 años menos.

Y una noche Andrés Calamaro prendió fuego Nueva York a sala completa


Rockero como lo exige la leyenda de Nueva York, histriónico y con el "tequilómetro" a tope, el músico argentino Andrés Calamaro ofreció el jueves por la noche un concierto caliente en el corazón de Manhattan con una sala repleta completamente rendida a sus pies.

El músico argentino Andrés Calamaro durante un concierto en Caracas, el 10 de julio de 2010.

El músico argentino Andrés Calamaro durante un concierto en Caracas, el 10 de julio de 2010.

Rockero como lo exige la leyenda de Nueva York, histriónico y con el "tequilómetro" a tope, el músico argentino Andrés Calamaro ofreció el jueves por la noche un concierto caliente en el corazón de Manhattan con una sala repleta completamente rendida a sus pies.

"Sin documentos", "Alta Suciedad", El Salmón", "Mi enfermedad": Calamaro desplegó durante dos horas en el Irving Plaza de Nueva York un repertorio de clásicos que volvió loca a la multitud en el primer concierto "sold out" de su gira estadounidense, según sus propias palabras.

Bastaron apenas unos minutos para que el look de saco negro, camisa blanca, corbata y lentes de sol con los que subió el escenario dieran lugar a una vincha atada al mejor estilo Keith Richards y un aspecto más acorde con la intensa noche que propuso el músico argentino.

"Quiero brindar por ustedes, ¡buenas noches y gracias!", dijo a la cuarta canción, y sacó una botella de tequila que empezó a compartir con el tecladista Alfonso, dando inició a una serie de comentarios entre disparatados y lúcidos que marcaron el ritmo del concierto.

Difícil decir cuál canción movió más a la gente, aunque sin dudas "Te quiero igual" estuvo entre las más cantadas, así como "Flaca", con la que cerró el recital, o "Estadio Azteca".

Con un calamar colgado del pie de micrófono, Andrés le preguntó a la gente que quería: "¿El tequilómetro o el glamurómetro?", consultó, en referencia a una noche descontrolada o una presentación más prolija.

"Seguimos tomando tequila porque todo nos importa un carajo", resolvió finalmente ante los aplausos que se volcaban por partes iguales a una y otra alternativa de parte de una audiencia mayoritariamente latina y que no paraba de reirse con sus ocurrencias.

Si Nueva York le calza como anillo al dedo a Calamaro -que nunca había tocado en esta ciudad-, no faltó por supuesto el homenaje al músico estadounidense Lou Reed, a quien le ofreció una alfombra roja en la calle para que se acercase al show.

Carlos Tévez, Diego Maradona, Bod Dylan, la mítica banda argentina Sumo, las corridas de toros: Andrés pasó revista a muchas de sus simpatías y hasta terminó bajándose los pantalones en el medio de "Crímenes perfectos".

"Gracias Nueva York, provincia argentina", se despidió en medio de una ovación, después de un concierto de puro rock and roll.

Poco después de cumplir 50 años, Calamaro lanzó el pasado viernes en el Hollywood Palladium de Los Angeles su primera gira por Estados Unidos, llamada "Still Alive & Well" (Todavía vivo y bien), que siguió en el House of Blues de Las Vegas.

Tras su paso por Nueva York, Calamaro y su MVP Quinteto tienen previsto presentarse en Miami y Chicago.

En una entrevista con la AFP justo antes de comenzar su gira, el ex líder de los Rodríguez había indicado que todas las ciudades estadounidenses incluidas en el tour habían sido "una referencia cultural increíble" para él.

"Prefiero no pensar que estoy celebrando mis 50 años, al contrario, algo me dice que ya canté demasiadas veces estas canciones y que Estados Unidos podría ser la última vez que cante estos temas", había explicado.

En ese sentido, Calamaro dijo días atrás que había elegido la lista de temas para esta gira si fuese "a tocar en Marte".